Londres
- nicolasriveras
- 17 ene 2023
- 5 Min. de lectura
Urbe poderosa y descrestante. -Descrestante sí, del verbo descrestar, Word, no me señales más el error. Click derecho, agregar palabra. Ahora click es la que señala como errada, vale clic sin cá o sin ka o sin ká. Ninguna de las tres es válida. El español debería ser más sencillo. Como el inglés. O más sencillo como lo es, en la práctica, el español latinoamericano. Por más sencillo no menos complejo o no menos interesante o no menos bello. La reforma es simple y ya la han propuesto varios. Entre otros San Fernando Vallejo. San Luis Fernando Vallejo Rendón mexicano de origen colombiano, resa su Wikipedia. Resa, porque en latinoamericano no existe ninguna diferensia entre la c, la s, o la z cuando van como ese, cuando van con seseo, o como lo llamen los tan iluminados lingüistas contemporáneos. Si el seseo se acepta en la pronunciación, se debe asumir en la escritura. Y se debe romper con la estupidez de escribir como no hablamos. Ablamos sin h, por el sencillo echo de que la h no existe porque es muda y nuestra estupidés, tan ruin y tan profunda, debería ir sin z y con tilde en la e, porque la vocal es tónica y termina en ese, como suena. Y sí, no me señales el dos veces tan, tan ruin y tan profunda, Word, es así nuestra estupidés, no es tan ruin y profunda es tan ruin y tan profunda. Suena mejor. Y si suena mejor es mejor, aunque la Real Academia y su séquito de iluminados digan mil veces que no. El contexto ace a la palabra y con ello al lenguaje y con ello la lengua, prescindimos de la h-.
En fin, volvemos. Londres, bella como ella sola en el invierno. Urbe de equilibrio de blancos imposible. Foto a foto he debido revisar la temperatura por un no-se-qué que no me acaba de cuadrar: o muy amarillenta o muy azul, pero claro, es un sol de invierno único y con ese cielo azul y ese rojo contrastante de los buses, de las bufandas y de las banderas que hace que cada foto sea única. Cada foto es única y cada foto debe ser corregida en el editor a su modo, es un trabajo artesanal, una a una y con la mínima ayuda de la tecnología. Cada foto es una mirada. Cada mirada es diferente. No todas las miradas se deben registrar y no todas las miradas cuentan. Para mirar hay que pensar y hay que sentir y hay que gustar. Si se reúnen estas tres características se debe disparar. Esas son las miradas que se tienen que grabar, las que han sido pensadas y sentidas y gustadas. No solo en la máquina. También en la memoria.
Personas y personas y personas y caos y caos y caos. Buses y buses y buses y trenes y trenes y trenes. Aeropuertos, pistas, aviones, helicópteros. Ruido. Mucho ruido como el de Sabina. Mucha vida, mucho movimiento. Mucho color. Y contrastante es el rojo de los buses con el azul del cielo y el gris de los edificios, como contrastante es el paso de un pueblo como Barcelona a una urbe como Londres. Quizá el paso no es tan contrastante de urbe a urbe como de Bogotá a Londres como de Barcelona a Londres.
Bueno, salvo por los trenes y las pistas Bogotá se parece mucho a Londres. En el frío y en la imposibilidad de un correcto balance de blancos, quizá-.
En lo que sí se parece Londres a Barcelona es en el turismo. Turismo aquí y turismo allá. Imposible hacer fotos sin un turista de fondo. Mucho zoom, -o acercamiento, gracias por la corrección Word-, y perder el suelo del edificio para que no aparezcan los turistas. O, dejar que salgan y hacer creer al espectador de la fotografía que los turistas en la foto son parte de la belleza de la misma y que nuestro trabajo es maravilloso. -De la misma suena mejor y más latinoamericano, Word, de esta no me sale con la rima que vengo construyendo. Ni con la rima ni con el ritmo-.
Que sí y no. Depende de su posición y de su ropa. Pero si definimos su posición o su ropa ya no serán más turistas, serán modelos y entonces cambia el sentido absoluto de la fotografía.
Y el río. Ni Barcelona ni Bogotá ni Amsterdam, Ámsterdam, -gracias, Word, pero lo estaba pronunciando en neerlandés- ni Buenos Aires tienen un río así. Ni Río de Janeiro tiene un río así (#humor), el Támesis o mejor en inglés, - me anticipo a tu corrección Word-, el Thames, es una cosa única y bella. Parecido sí al Danubio y a su manera de partir en dos a Budapest y de llenar de neoromanticismo neoclásico a Viena, -neoromanticismo en rojo, clic derecho, no hay sugerencias, gracias, Word-. Londres también debería ser Lond en la parte norte del río y Res en la parte sur. Res del latín nada. O alta y baja, porque no estoy seguro de sus coordenadas geográficas. Parece que en Londres las clases sociales van según el río. Más ingresos más arriba del río, corríjanme. No debe ser tan brutal como el sur/norte bogotano y/o como en el cada vez más marcado arriba diagonal / abajo diagonal barcelonés. Pero no por ello no no existente. Doble negación en tu cara Word, y en tu cara Real Academia de la lengua Española.
Un barco de guerra en la mitad del río, el famoso Belfast de la segunda guerra, llamando a la guerra. Thames invocando simbólica y físicamente – y realmente-, a Ares. Les hace falta a los ingleses visitar en su propio museo que llaman Galería Nacional que de Nacional tiene muy poco, porque exhiben cuadros robados por el imperio británico alrededor del globo - ¿imperio británico llevará mayúsculas iluminados?, ¿La Galería Nacional se llama Nacional porque lo que crea la nación en Reino Unido es su pasado pirata y ladrón? en fin por ladrones y por reivindicación histórica dejemos imperio en minúscula-, la obra Minerva protects Pax from Mars de Pedro Pablo Rubens o Peter Paul Rubens o Pieter Paul Rubens, en el que la sabiduría y las artes (Minerva) alejan a la guerra (Mars) y protegen a la paz (Pax) que trae a la prosperidad (Eutenea). -Los nombres propios en extranjero o en nacional son nombres propios- ¿Por qué se traducen iluminados? William, Guillermo, Thames, Tamesis, o Pedro o Peter o Pieter-.
Museos, edificios de cristal, casas rojas, buses rojos, edificios grises, las cabinas rojas, mr. bean -mr. vean no Word, bean, ¿Es por las mayúsculas? Mr. Bean, no bean y Bean no son nadie para Word, el humor no existe en Word-, los Beatles, los disfraces, la mentira de la corona que todos se creen, el fácil inglés. Un en fin de etcéteras que hacen que visitar Londres sea siempre una dulce aventura. Ojalá esta dulce aventura la acompañen al ritmo del gran Luis Felipe Gonzalez, -doble zeta y sin tilde según Spotify, gracias igual por la sugerencia, Word, y su Londres, o al ritmo de The Clash y su Londres llamándonos a nosotros, seres de los infiernos, o en inglés, seres del underworld. Las dos se pueden conseguir en cualquier plataforma de servicios multimedia que se emplee para la reproducción de música.
De alguna manera me parece entrever que la ciudad está también dividida en distritos y segmentada por oficios, los que fuman marihuana en un barrio, los solitarios oficinistas cuyo mayor placer es tener media hora de descanso para comer en otro. La supuesta sangre azul en otro, los amantes de las compras en otro. Los turistas con nuestros cámaras perdidos por todos los distritos intentando conectar unos y otros mirada a mirada, foto a foto. Olvidaba: los intelectuales que terminarán trabajando para la Galería Nacional o para la Reales Academias de las Lenguas del mundo en otro… lo más lejos de la realidad posible, ¿Dónde? En Cambridge o en Oxford… bien lejitos de la urbe, bien lejitos de la gran ciudad y, sobre todo, bien lejitos de sus habitantes.
Hay mucho más por ver y por decir, pero dejémoslo para otro viaje. Las mil palabras hace rato que se agotaron.
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